EDUCADOR SOCIAL 2050
Año 2050. El aire todavía huele a metal, debido a las torres de energía que ahora están repartidas por cada rincón de las ciudades, aunque ya casi nadie le echa cuenta. Las calles están llenas de pantallas flotantes, anuncios interactivos que se aparecen ante ti como un holograma y drones que reparten cartas y citaciones del gobierno. También hay un muro, frente a mi casa, donde la gente deja sugerencias o folios pegados quejándose de lo que no les gusta de la sociedad, porque ya nadie se manifiesta en las calles. Estoy tan acostumbrada a levantarme temprano que, para cuando suena la alarma a las 6:30, yo ya estoy duchada y desayunada. Me pongo con rapidez el uniforme que suelo llevar de lunes a jueves: un pantalón de traje blanco, una camisa celeste y unos tacones bajos a juego. No es algo práctico, pero nos hace parecer impolutos y accesibles a la vez. Trabajo como educadora social en uno de los sectores principales de la ciudad, el 2B. No es el mejor ni el más importante, pero ...